Un joven profesor en la cárcel de Moorish Castle

Humbert Hernández narra en un libro su experiencia como uno de los dos primeros insumisos de Gibraltar

Gibraltar26 de diciembre de 2015

Humbert Hernández (Gibraltar, 1946) es mucho más que un profesor de 69 años. Es escritor, con dos libros publicados[1]; es actor y es, ante todo, un hombre de principios y de fuertes convicciones. Fueron esos principios los que le llevaron a ser, junto a Alfred Cortés, el primer insumiso de Gibraltar hace 45 años. Su rebelión era una de las muchas historias no escritas de Gibraltar. Esperó 45 años a que alguien “más cualificado” se decidiera a contarla porque no se considera historiador. Como nadie se decidía, se decidió a contar sus vivencias en un libro. “Se han ido tres cuartos de mi vida, uno está aquí y mañana no, así que finalmente lo hice yo”, explica.

El resultado es Conscript or Convict? An Account of the 1970/71 Campaign to Abolish Conscription in Gibraltar[2]  (High Flyer, 2015), el libro que presentó en el III Festival Literario Internacional de Gibunco de Gibraltar en un acto presentado por la periodista Alice Mascarenhas. El libro no solo narra su historia, sino también la de quienes le apoyaron y la de una sociedad en un momento histórico de grandes cambios.

Una casa sin navidades

Entrar en la cárcel no entraba en los planes de Humbert Hernández. Compaginaba sus clases en el colegio de Secundaria St. Jago de Gibraltar con su otra gran pasión, el teatro. Tenía 24 años cuando le llegó el turno de hacer el campamento militar obligatorio de 15 días, que consistía en asistir a charlas sobre la guerra nuclear y sus consecuencias, los primeros auxilios a la población civil y en la realización de maniobras militares. No estaba dispuesto a hacerlo. “Estábamos en 1970, había pasado una década desde la abolición del servicio militar obligatorio en el Reino Unido, no había ningún conflicto internacional y no sabía qué sentido tenía correr por el Peñón con rifles”, comenta Hernández.

No fue ni valentía ni inconsciencia, sino una cuestión de convicción. Él y su amigo Alfred Cortés llevaron su negativa hasta las últimas consecuencias. Iniciaron una campaña de reparto de folletos por Gibraltar para explicar las razones de su decisión. Lo que parecía un gesto pequeño, suscitó una oleada de opiniones a favor y en contra en la sociedad de Gibraltar.

El periodista Manuel Mascarenhas, padre de la periodista que le entrevistó en la presentación del libro, fue precisamente quien escribió en el Gibraltar Evening Post una de las columnas más duras contra los jóvenes insumisos. En ella expresaba su más profundo rechazo a la postura de Hernández y Cortés, así como su preocupación por el efecto que causarían en otros jóvenes. Sin embargo, tal y como matiza Hernández, el periodista manifestaba también su “respeto” por su iniciativa.

Llegó el día de comparecer ante los tribunales. Aquella mañana acudió a clase vestido de traje aquella, algo inusual en él Dejó a sus alumnos en manos del director del centro, quien le deseó suerte y le pidió que volviera pronto porque esa mañana andaban cortos de personal. Pero las cosas no fueron tan sencillas.

Alfred Cortés fue juzgado en octubre de 1970,  y se le impuso una multa de 10 libras, una cantidad de cierta importancia en aquella época, a pagar en un plazo de tres meses, o una semana de prisión en caso de impago. Hernández, juzgado un mes después, debía pagar una multa de 25 libras o ir a la cárcel. Está convencido de que su pena fue más grave porque el juez interpretó el hecho de ser el segundo insumiso como un acto de rebeldía y un desacato a la magistratura; por lo cual su sanción, en palabras del juez debía ser “ejemplarizante”. Eligió un mes de cárcel, que debía cumplir en la antigua prisión de Gibraltar, ubicada en Moorish Castle (Castillo del Moro), una construcción medieval con plazas para 55 presos.

Así recuerda su ingreso en prisión: “Era una celda de 3×2 metros con una mesa, una silla, una cama, una pequeña cajonera y un orinal; pasaba 24 horas sin nada que leer, ni lápiz ni papel. No recuerdo que pensé, mi memoria está bloqueada, debí pensar en mis padres, en las dos obras de teatro que dejé aparcadas y en mi posible despido de mi profesión”.

Aclara que no se sentía en un entorno peligroso. Compartió presidio con otras doce personas, de las cuales dos eran gibraltareñas que cumplían nueve meses por fumar marihuana y el resto marineros o soldados que habían tomado algún coche prestado para darse una vuelta después de haber bebido más de la cuenta

Aunque sus amigos trataron de hacerle más llevadero el encarcelamiento cantándole cada noche a la puerta de la prisión, se le quiebra la voz de actor de teatro cuando recuerda que aquel fue un duro trance para su familia. “Era Navidad, pero ese año no hubo Navidad en mi casa”, admite. Recupera la firmeza cuando añade que su padre estaba orgulloso de él.

Tuvo apoyos como el de los hermanos abogados J.J. Triay y J.E. Triay, que le ofrecieron trabajo si lo despedían del suyo. También recibió el respaldo de algunos medios de comunicación. Tras salir de prisión, continuó como profesor en su colegio y vivió con gran satisfacción la abolición del servicio militar obligatorio en Gibraltar en julio de 1972. “No existe la más mínima duda de que la intensa campaña llevada a cabo en contra del servicio militar obligatorio y el encarcelamiento de los insumisos Cortés y Hernández fueron factores decisivos en su abolición”, asevera.

Al lector de hoy, todo  este relato podría parecerle un episodio menor: he aquí un joven que rechaza la llamada a filas y a cambio pasa un mes en la cárcel. No obstante, hay que acordarse del trasfondo social de la época: Gibraltar aún era una sociedad claramente colonial y la respuesta de Hernández a la discriminación de un servicio militar obligatorio abolido ya en la metrópoli británica una década antes, representaba un paso muy arriesgado para un joven al inicio de su carrera como profesor de colegio. Se enfrentaba a la posibilidad de perder su trabajo y de no encontrar otro como consecuencia del rechazo generalizado de una sociedad colonial siempre pendiente del “que dirán” de Londres. El hecho es que la actuación tanto de Hernández como de Cortés provocó una cierta solidaridad con ellos en la sociedad calpense que se extendió de tal manera que al poco tiempo el servicio militar quedó suprimido.

El lujo de escribir en dos idiomas

Además de ser uno de los dos primeros insumisos de Gibraltar, Humbert Hernández es la encarnación perfecta del bilingüismo en Gibraltar. A la petición de una entrevista responde: “Claro, pero te respondo como yo hablo, con mi acento andaluz”. Unos minutos después, comienza su conferencia, pronunciada en un perfecto inglés.

Su madre era española y su padre, un gibraltareño que vivió en el municipio vecino de La Línea de la Concepción hasta el comienzo de la Guerra Civil. Reconoce que cuando entró en un colegio de Gibraltar a los cinco años “no sabía ni una palabra de inglés”. “No es que sea más ágil en una lengua que en la otra, pero me siento más cómodo escribiendo en español, es como cuando te pones unos zapatos viejos después de haber llevado unos nuevos y dices aliviado: ‘¡aaaaaaaah!

Cree que el bilingüismo se está perdiendo y aboga por el mantenimiento de lo que considera una riqueza y un privilegio. “Hay personas que pueden hablar más o menos los dos idiomas, pueden hablar también en llanito, pero es una pena que algunos no puedan defender un discurso en español”, lamenta. Alaba la reciente política del Gobierno gibraltareño de introducir la enseñanza del español en los colegios de primera enseñanza, pero hace un llamamiento a padres y educadores para que fomenten el aprendizaje de ambos idiomas a todos los niveles. Como actor, interpreta con igual soltura a Lorca y a Shakespeare. Como escritor, tiene dos libros en español y uno en inglés.

Él, mientras tanto, sigue hablando y escribiendo en los dos idiomas. Tras el festival literario, participó en la obra teatral Llévame donde nací, que rinde tributo a la generación de los evacuados de Gibraltar durante la II Guerra Mundial y en breve publicará su próximo libro. Cuando se le pregunta en inglés si aún piensa que hizo lo correcto, contesta, sin dudar un segundo: “Oh, yes, I would do it all over again!”[3].


 


[1] El libro de relatos cortos El acordeonista y otras historias (Calpe Press, 2014)  y el poemario Paisaje interior’ (Highflyer, 2015), ambos en español.

[2] Recluta o convicto? Un relato de la campaña de 1970/71 para abolir el servicio militar obligatorio en Gibraltar (Highflyer, 2015).

[3] “¡Oh, sí, volvería a hacerlo otra vez!”