Gobierno de Gibraltar
Eco de prensa: “The Wall Street Journal” y “Le Figaro”
Editorial de “The Wall Street Journal” del 6 de agosto 2013, publicado en sus ediciones europea y estadounidense España aprieta al Peñón.
Madrid codicia Gibraltar, pero haría mejor en imitarlo.
En algunas ocasiones, una semana puede ser mucho tiempo en política, pero en otras 300 años no bastan. El 13 de julio de 1713, España y Gran Bretaña firmaron el Tratado de Utrecht, en virtud del cual España cedió Gibraltar a los británicos “para siempre, sin excepción ni impedimento alguno”. Madrid continúa inventando impedimentos.
La última polémica tuvo lugar el mes pasado, después de que Gibraltar construyese un arrecife artificial cerca de su costa. Esto ha tenido el efecto, intencionado o no, de obstruir la pesca de arrastre española en las aguas que rodean al Peñón. España ha respondido ralentizando los controles en la frontera con Gibraltar. El Ministro de Asuntos Exteriores español también ha sugerido que su gobierno podría imponer una tasa de €50 por cruzar la frontera – ostensiblemente para recaudar fondos para compensar a los pescadores. Incluso se han escuchado propuestas desde Madrid para cerrar el espacio aéreo español a los vuelos a y desde el Peñón.
La desavenencia real es que España no acepta que Gibraltar no le pertenezca. El fallecido dictador Francisco Franco cerró la frontera en 1965 y aún hoy en día puede llevar horas cruzar la frontera en coche. España esgrime las compras libres de impuestos en Gibraltar como pretexto para retener el tráfico. Este asunto viene de muy lejos; tanto como el Artículo X del Tratado de Utrecht, el cual menciona el riesgo de que Gibraltar sea utilizado como base por parte de contrabandistas.
¿Qué hacer al respecto? El pueblo de Gibraltar apoya mayoritariamente su pertenencia al Reino Unido – en una proporción de casi 99 a 1 la última vez que se llevó a cabo una consulta, en 2002. La condición de Gibraltar como territorio libre de impuestos resulta vital para la economía local puesto que, aunque pertenece a la UE, está fuera de la unión aduanera y no comparte sus requisitos mínimos en materia de IVA. Convertirse en otro rincón andaluz más perjudicaría gravemente la situación de Gibraltar como destino de compras, a la vez que aportaría muy poco para solucionar los problemas económicos de España.
No cabe duda de que el gobierno de Madrid prefiere hacer sonar los tambores del nacionalismo antes que hablar sobre la economía nacional, pero estas distracciones no conducen a nada. El Primer Ministro británico, David Cameron, ha reiterado esta semana que el Reino Unido jamás entrará en negociaciones sobre el Peñón mientras sus residentes quieran seguir siendo británicos.
Con un PIB per cápita casi el doble que el de sus vecinos españoles y una tasa de desempleo del 3% comparada con un 26% al norte de la frontera, parece poco probable que la situación vaya a cambiar a corto plazo. Quizás una opción mejor para España sería intentar integrarse más en Gibraltar – al menos adoptando su modelo económico de bajos impuestos y libre comercio.
Editorial de “Le Figaro” del 6 de agosto 2013
Gibraltar: un nuevo brote de tensión entre Madrid y Londres
Debido a algunos bloques de hormigón arrojados al mar, la pequeña guerra entre Madrid y Londres por del peñón de Gibraltar está a punto de renacer. España se ha posicionado a favor de sus pescadores y multiplica el acoso contra los residentes de este enclave británico de 7 kilómetros cuadrados situado en el extremo sur de la península Ibérica. Los conservadores españoles, que desde su ascensión al poder en 2011 adoptaron el lema «¡Gibraltar español!», son acusados por el Reino Unido de tomar medidas «desproporcionadas». «Profundamente preocupada», Londres desea «una explicación».
Gibraltar: la guerra del Peñón se ha reavivado
Posicionado a favor de sus pescadores, Madrid multiplica las represalias contra el enclave británico.
ESPAÑA: Unos bloques de hormigón están causando crispación entre españoles, británicos y unos 30.000 ciudadanos locales por un territorio de menos de 7 kilómetros cuadrados: Gibraltar. Madrid habla de que «se ha acabado del recreo», mientras que Londres amenaza con tomar «todas las medidas posibles» y las autoridades del Peñón denuncian «reminiscencias del régimen fascista de Franco». El enclave del Reino Unido ubicado en el extremo sur de España —un asunto recurrente en las relaciones entre los dos países desde su cesión en 1713— ha vivido una semana de abundantes declaraciones patrióticas, actitudes orgullosas y fanfarronerías.
En el origen del problema se encuentra la decisión del Gobierno local de tirar al mar 70 bloques de hormigón recubiertos con barras de ferralla. Según Gibraltar, se trata de crear un arrecife artificial para evitar la pesca de arrastre y atraer a los peces. La técnica también ha sido utilizada por los españoles en la costa de la ciudad vecina de La Línea de la Concepción.
Los pescadores españoles, acostumbrados a ser víctimas colaterales del interminable conflicto, lo ven como una medida para evitar que faenen en las aguas de Gibraltar, cuya soberanía está en disputa. Y el Gobierno de Mariano Rajoy ha hecho suyas sus quejas. Desde que llegó al poder en noviembre de 2011, los conservadores españoles han recuperado el viejo grito de «¡Gibraltar español!», un lema que toca la fibra de su electorado tradicional.
Medidas «desproporcionadas»
Más allá de las palabras, Madrid ha adoptado una serie de decisiones que llegan a confundirse con represalias. En primer lugar, implantar una estricta vigilancia en la Verja; una frontera que cruzan miles de personas a diario. La intensificación de los controles aumenta en gran medida las colas (que, la semana pasada, llegaron a ser de hasta seis horas). La técnica —sencilla, eficaz y legal— es todo un clásico en el Peñón. “Es nuestra obligación controlar a rajatabla el contrabando, el blanqueo de dinero y el tráfico ilícito”, asegura el jefe de la diplomacia española, José Manuel García-Margallo, en una entrevista al diario ABC. Es como si, tal y como afirma El País con tono jocoso, Gibraltar fuera “una cueva de piratas, un nido de contrabandistas y un paraíso para defraudadores”.
Asimismo, Madrid ha bloqueado el paso de seis hormigoneras en la frontera y ha denunciado a las empresas implicadas ante la justicia española y la Comisión Europea. García-Margallo ha lanzado la idea de imponer una tasa de 50 euros por la entrada y salida de cada vehículo. Un impuesto justificado por los atascos que se forman en la frontera… a causa de los controles realizados por la policía española. El Gobierno español también amenaza con reforzar los controles fiscales, revisar la concesión de 60.000 líneas telefónicas, regular el floreciente negocio de las apuestas online o incluso restringir el tráfico aéreo.
Numerosas medidas “desproporcionadas”, afirma Londres, que ha llamado a consultas al Embajador español. “Claras reminiscencias de las políticas y tácticas desarrolladas por el régimen fascista de Franco contra Gibraltar en la década de los 50 y los 60”, afirma irritado el Gobierno local. En todo caso, una política “vintage” —tal y como se mofa El País—, que la oposición española considera, de forma un tanto precipitada, una cortina de humo frente al caso Bárcenas, el escándalo de corrupción del que adolece el Gobierno de Rajoy.