Die Welt
14 de agosto 2013
Página de Opinión por Dietrich Alexander
Espectáculo absurdo por el Peñón
Los españoles tienen una memoria corta. Una y otra vez, la última hace un año, ven tan amenazados sus dos enclaves norteafricanos que incluso envían soldados a Ceuta y Melilla para protegerlos de la avalancha de refugiados marroquíes y subsaharianos desesperados. Si, supuestamente, la península británica de Gibraltar es tan grotesca, entonces también deberían serlo las plazas costeras españolas en Marruecos. ¿Con qué derecho se ensaña Madrid con Londres? Se quiere aliar con Buenos Aires en el conflicto anglo-argentino sobre las Islas Malvinas, mientras sigue ocupando plazas de poca importancia estratégica y económica en un país extranjero.
Madrid vocifera, Londres envía buques de guerra y tiene que hacer hincapié en el hecho de que zarpan para un ejercicio proyectado hace tiempo. Detrás de esto se esconde una demostración de poder británica. Gran Bretaña nunca renunciará a esta prestigiosa roca. España lo sabe, pero está molesta por esta espina en la carne de su orgullo y autoestima como una nación europea todavía grande, aunque enferma. Reacciona de manera arbitraria, acosando a ciudadanos británicos y turistas.
No se trata de la pesca. Se trata de poner en juego un elemento de distracción de probada eficacia para disfrazar la debilidad propia. Alimentar la ira hacia un enemigo exterior favorece la cohesión interna y compensa las propias debilidades. El presidente Rajoy debería centrarse en sacar a su país de la crisis. Humillar a Gibraltar y a Londres es particularmente imprudente, dado que el enclave asegura al menos 6.000 puestos de trabajo españoles y es un imán para los turistas en el sur de España. Quizás debería llamar a la razón a su gabinete, cuyos miembros tratan de superarse unos a otros con propuestas absurdas, alimentando así el conflicto del Peñón de los monos.
Pero a Rajoy parece convenirle este conflicto de política exterior: sirve de válvula de escape para la frustración generalizada de los españoles. Y al primer ministro británico Cameron le satisface un tema electoral que le posiciona como estadista y defensor internacional de los intereses británicos. Un papel que le gusta desempeñar y en el que puede tener éxito, incluso cuando todo va mal en casa. El Peñón de los monos es una cuestión nacional que goza de gran simpatía entre la población.
Los aliados de la OTAN no van a dejar que [este asunto] llegue al extremo. Pero tan sólo el ruido de sables ya es perjudicial. Resulta nocivo para España y Gran Bretaña y perjudica a Europa, que no necesita de tonos estridentes en un momento en el que realmente hay asuntos más importantes que solucionar.
Handelsblatt
14 de agosto 2013
Página de Opinión por Matthias Thibaut.
Gibraltar: mobbing en el Mediterráneo
Matthias Thibaut se sorprende ante las demostraciones de fuerza de España.
¿Qué quería decir el ministro de Relaciones Exteriores de España, José Manuel García-Margallo, cuando advirtió a Gibraltar que: «Se acabó el recreo»? Aviones de combate truenan a baja altura sobre la punta del Peñón, los turistas y los trabajadores se achicharran esperando durante horas al sol en el cruce fronterizo, se amenaza con un bloqueo del espacio aéreo español para los vuelos a Gibraltar y hasta con un peaje fronterizo de 50 euros. ¿Fue una coincidencia que los británicos planearan hace tiempo enviar una flota? Ahora dos socios de la OTAN y de la UE montan un escenario de amenazas en el extremo sur de Europa. Resulta increíble.
¿Se trata de una disputa sobre la pesca, o acaso el conflicto se centra sobre la propiedad de las aguas alrededor del Peñón? ¿Es Gibraltar, tal como sugiere España, un nido de contrabandistas de seis kilómetros cuadrados, donde se citan traficantes de tabaco, evasores de impuestos y blanqueadores de dinero o es, como asegura Gibraltar, un centro financiero pujante, que ha firmado todos los acuerdos pertinentes de la UE y la OCDE en cuanto a transparencia fiscal?
El foro de diálogo aprobado en 2006 en Córdoba entre España, Reino Unido y Gibraltar sería el lugar para discutir estos temas. Pero España se desvinculó de él cuando Mariano Rajoy llegó al poder en 2011: en cuanto a «las cuestiones de soberanía» a Gibraltar no se le había perdido nada en la mesa [de negociación].
Es difícil de discernir qué objetivo persigue Rajoy con este teatro de verano, aparte de desviar la atención de las historias de corrupción del caso Bárcenas y de la maltrecha situación económica de España. Se está haciendo impopular con los diez mil españoles que tienen puestos de trabajo en la floreciente Gibraltar – y demostrando cómo el malestar europeo socava la amistad en todas partes.
En el caso de que Rajoy tuviera la intención de reconquistar Gibraltar, habría que recomendarle una táctica mejor que [el uso] de los métodos del general Franco. El dictador “encerró” al Peñón en 1969. Cuando en 1985 se volvió a abrir [la frontera], Gibraltar era más británico que nunca antes en sus 300 años de historia bajo el Reino Unido. Los británicos anteponen en estas disputas el derecho de autodeterminación de los pueblos a las reivindicaciones de integridad territorial. Lo cual es un buen principio por mucho que moleste a Rajoy y a su nueva aliada, la presidente de Argentina, Cristina Kirchner, con la que hace causa común en la disputa sobre las Islas Malvinas. [Este principio] no sólo dirigió la historia de la descolonización británica, sino que también fundamenta la paz de Irlanda del Norte y será puesto en práctica una vez más el año próximo, cuando los escoceses voten nuevamente sobre una separación del Reino Unido.
Londres se desprendería de Gibraltar con mucha más facilidad que de Escocia. En vez de asumir el papel del ‘bully’ [abusón] de la clase, Rajoy debería promover la apertura de las fronteras y la cooperación vecinal, apostando así que las tapas y el aceite de oliva ganarían al “Marmite” y a los “baked beans”.