- El 8 de junio de 1969 el gobierno franquista cerró la comunicación por tierra con Gibraltar, creando un verdadero Muro de Berlín español
- Desde hacía más de 15 años, la dictadura había estrechado el círculo con presión contra gibraltareños, trabajadores españoles y turistas
- A ambos lados de la frontera se recuerda la infausta efemérides con actividades y exposiciones
Se cumplen 50 años del cierre de la frontera entre Gibraltar y España
Dos eventos ocurridos en el siglo XX afianzaron la identidad gibraltareña:
El primero, la Evacuación, a causa de la II Guerra Mundial, de la población civil del Peñón, que comenzó en 1940 y, si bien no totalmente, se revirtió hacia 19511.
El más reciente, el cierre de frontera a cargo de la dictadura franquista hace ahora medio siglo, el 8 de junio de 1969 y que, en varias fases, finalizó en 1985, durante el Gobierno de Felipe González. En ambos casos, la vida de la población de Gibraltar se vio alterada por causas externas, y no por voluntad propia.
En 1940, los ejércitos del Eje Roma-Berlín-Tokio acechaban las posiciones estratégicas del Mediterráneo y Gibraltar era un objetivo clave. Además, quedaban las dudas sobre si Franco se posicionaría del lado del Eje y decidiría elaborar o colaborar en planes de conquista de Gibraltar, como efectivamente se plantearon: la Operación Félix alemana y el Plan G español. Ante este panorama, el Reino Unido decidió evacuar a la gran mayoría de la población civil y fortalecer militarmente Gibraltar para su participación en la logística bélica en el Mediterráneo.
Entrada ya la década de los 60, las relaciones entre España y Gibraltar, hasta hacía poco basadas en las reglas de la convivencia –y hasta hermandad– entre pueblos colindantes, estaban tambaleándose por el ímpetu del entonces Ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella (lo fue entre 1957 y 1969). El culmen del aislamiento hacia la población gibraltareña se produjo la noche del 8 de junio de 1969, cuando el Gobierno del dictador Franco decidió cerrar la frontera, creando así el también conocido como ‘Muro de Berlín español’. El cierre vino acompañado de más restricciones, como el corte completo de las telecomunicaciones y de la conexión marítima con Algeciras.
Familias rotas
La situación es difícil de imaginar para las personas de fuera del entorno de Gibraltar y el Campo. En primer lugar, los yanitos habían soportado una intensa campaña política española, alentada por los medios del Movimiento, desde los años 50. En 1954, se había cerrado el Consulado español en Gibraltar y desde los años 60 se había intensificado la demanda de soberanía por parte de España. Todo ello incluía limitaciones al tránsito en la frontera, con dificultades al acceso de los turistas a Gibraltar mediante una retención injustificada, restricciones para los trabajadores españoles y crecientes dificultades para el cruce a España de ciudadanos yanitos.
Todas estas incomodidades, sin embargo, no tuvieron parangón con lo que llegó el 8 de junio de 1969. Las autoridades españolas decidieron clausurar la frontera con una verja cerrada con candado y, de un día para otro, fue imposible cruzar la frontera terrestre, de manera que los gibraltareños no podían salir por tierra del Peñón. Al principio, se mantuvo la conexión marítima con Algeciras, que no duró mucho más, pues a finales de junio se canceló.
Gibraltar y La Línea, antes que otra cosa, son pueblos vecinos y, como es habitual en estos casos, existen familias con miembros residentes en ambas localidades, abstraídas por completo del concepto de frontera. Además de las familias hispano-gibraltareñas, la escasa superficie del Peñón hacía (y sigue haciendo) que muchos gibraltareños viviesen en La Línea. Pero el 8 de junio de 1969, eso se truncó.
Existen numerosos testimonios de personas que no pudieron volver a visitar con regularidad a sus seres queridos. Lo que antes era un camino que se podía hacer andando en poco tiempo, se convirtió en una travesía de un día entero, con suerte. Para llegar a La Línea había que tomar un barco hasta Tánger y, desde allí, otro hasta Algeciras.
Ni siquiera quedó el consuelo de la comunicación telefónica, pues el cierre de la comunicación terrestre vino acompañado de un corte total de las telecomunicaciones. Esto explica que haya personas en Gibraltar que, todavía hoy, recuerden emocionadas que falleció alguna persona querida, y no pudieron despedirse ni acudir a su entierro porque ni siquiera se enteraron a tiempo.
Anthony Pitaluga, archivista de Gibraltar y comisario de la exposición ‘Closure’, organizada en Gibraltar de la que se hablará enseguida, protagoniza una de estas historias. “Mi bisabuela vivía en La Línea. Yo tenía ocho años cuando cerraron la frontera. Todos los viernes me llevaban a jugar a las cartas con ella, que, por cierto, siempre ganaba ella, y tenía 93 años… Bueno, yo la vi un buen día, un viernes, y el siguiente viernes no la vi. La siguiente vez ya la vi en el cementerio, vi su tumba en el cementerio de La Línea. Y me acuerdo vagamente porque era chico, tenía nueve o diez años. Para poder ir a visitar su tumba, mi padre tuvo que ahorrar durante dos o tres años, porque era un trabajador y era muy costoso hacer el viaje hasta La Línea a través de Marruecos”, explicó.
Incluso el correo postal quedó seriamente afectado. Desde aquel momento, las cartas, en lugar de cruzar simplemente la frontera, debían llegar a Londres, desde allí a Madrid y luego al Campo de Gibraltar. Una odisea.
Así, la única forma que había de comunicarse de manera inmediata entre Gibraltar y La Línea era acudir a la frontera y atisbar, a más de cien metros de distancia, a las personas del otro lado. Y, por supuesto, hablar a gritos, ya que a los españoles no se les permitía llegar hasta la misma valla, sino solo hasta otra, distanciada de la frontera. Una crueldad añadida a la tragedia existente.
Antecedentes. El referéndum de 1967
La visita a Gibraltar del duque de Edimburgo en 1950 para reunirse con los nuevos miembros del Consejo Legislativo marcó el punto de inicio del hostigamiento hacia el Peñón. A partir de entonces, se sucedieron medidas restrictivas tanto hacia los trabajadores españoles en Gibraltar como hacia la propia población gibraltareña.
Los trabajadores estaban obligados a cambiar su salario de libras a pesetas en la frontera, con un tipo de cambio arbitrario que suponía que perdieran una parte importante de su sueldo en beneficio de las arcas españolas.
Como ha indicado recientemente el veterano periodista José Luis Yagüe2, las autoridades fueron preparando el camino para el 8 de junio de 1969. A los trabajadores se les amenazaba con quitarles el pase de trabajo, pase que concedía el delegado de Orden Público en La Línea, el coronel Picatoste, y también se les vaciaba la bolsa de tela donde llevaban el conocido como “costo” (la comida que llevaban para su jornada de trabajo en Gibraltar). Asimismo, la población de Gibraltar sufrió la prohibición existente en España de enviar al Peñón frutas, verduras, pescado, vino y hasta oxígeno (lo que provocó dificultades en el hospital).
Las restricciones decretadas por Franco continuaron. En 1966, se impidió que unas 3.000 mujeres siguieran trabajando en Gibraltar, se limitó el número total de trabajadores españoles transfronterizos y se truncó, mediante unas enormes retenciones en la salida de Gibraltar, el flujo normal de vehículos gibraltareños hacia la comarca.
A este respecto, cuenta José Luis Yagüe que el Sindicato Vertical de Trabajadores Españoles en Gibraltar fabricó noticias falsas con el fin de desprestigiar a Gibraltar. Una de esas informaciones flagrantemente falsas que se publicó versaba sobre las mujeres españolas trabajadoras en Gibraltar y llevó a que se impidiera que ellas pudieran trabajar en el Peñón: se habló en los medios de la época de que las mujeres en Gibraltar, “más de siete mil en aquella época, eran humilladas, tratadas como esclavas, despreciadas y cosas peores, cuando en realidad el testimonio directo de aquellas mujeres era todo lo contrario”. Todo ello, con el fin de ir “intoxicando y preparando a la opinión pública para justificar el cierre”.
Aparte de todas estas restricciones dirigidas a la población, se tomaron algunas medidas con carácter político, como respuesta a la visita al Peñón de Isabel II. Quizá la más destacada, el cierre en 1954, tras más de 200 años de permanencia allí, del Consulado español en Gibraltar, que databa de 1716.
Ante la presión española en las Naciones Unidas con respecto a la descolonización de Gibraltar, en 1967 el Gobierno británico convocó un referéndum en el que los gibraltareños pudieron elegir entre mantener sus lazos británicos o pasar a estar bajo soberanía española, a tenor de la propuesta realizada por el Gobierno español.
El resultado fue abrumador: solo 44 gibraltareños optaron por “pasar a soberanía española de acuerdo con los términos propuestos por el gobierno español al del Reino Unido” frente a los 12.138 que quisieron “retener voluntariamente sus lazos con el Reino Unido”. Más de un 99% de contrarios a la soberanía española.
Tras el referéndum de 1967, se creó una Conferencia Constitucional que redactó una nueva Constitución para Gibraltar, que la Reina Isabel II sancionó el 23 de mayo de 1969. Entró en vigor el día 30 del mismo mes.
Apenas una semana después, el Gobierno franquista decidió cerrar la frontera.
Y llegó el cierre
La noche del 8 de junio fue el día clave de toda esta historia. A pesar de estar rozando el verano, fue una noche lluviosa, algo que recuerdan bien los que vivieron este evento. Un candado supuso el cierre total de la comunicación terrestre entre España y Gibraltar.
Como se ha explicado antes, el cierre de esta verja vino acompañado, días después, del corte de las telecomunicaciones y de la conexión marítima con Algeciras. Ahora, Gibraltar estaba aislado por tierra y mar respecto a España.
La estructura de la verja ubicada en la frontera era la siguiente:
Había una valla que impedía que los españoles se acercaran hasta la misma frontera. Y, allí, había una doble reja metálica: por un lado, la española, cerrada a cal y canto, y, justo al lado, la gibraltareña. Esta última se abría y cerraba cada día, en una ceremonia que se constituyó como un símbolo durante todos esos años de clausura.
Una exposición rememora el cierre
En Gibraltar, una muestra en el John Mackintosh Hall ha recordado, justo 50 años después del cierre de la frontera, aquel funesto día. En ella se han expuesto fotografías, artículos publicados en prensa y objetos relacionados con el cierre de la frontera.
En la inauguración de la muestra, el Viceministro Principal, Joseph García, describió aquella época de incomunicación con España como uno de los elementos fundamentales que han conformado la identidad gibraltareña. Añadió que ese “evento traumático endureció la decisión de esta comunidad de defender su soberanía británica”. “El corte [adicional] de las telecomunicaciones convirtió el Peñón en una ciudad bajo asedio”, recalcó.
Uno de los actos más significativos de la exposición fue la visita conjunta del Ministro Principal de Gibraltar, Fabián Picardo, y el alcalde de La Línea, Juan Franco.
“No tengo recuerdos de 1969 porque no había nacido, pero tengo las memorias que me contaban, del gran temor que había, pero también la resolución de que el cierre de la frontera no iba a afectar de ninguna manera a la posición del pueblo de Gibraltar en relación con el tema de la soberanía”, comentó Picardo. “Pero de lo que nos olvidamos cuando hablamos de política”, apuntó, “es de la realidad humana que hay debajo de todo esto, que tiene una malevolencia que nace en Madrid y tiene un efecto que parte corazones en la zona, y de eso creo que nunca nos podremos olvidar”.
Juan Franco tiene claro que el cierre supuso “un antes y un después” en La Línea, el municipio fronterizo con el Peñón. “Aquello fue una tragedia humana en todo su sentido. La decisión se tomó sin tener en cuenta a la gente de la zona, los intereses personales que había aquí y la realidad es la que es”, afirmó. Añadió que la historia de su abuela, que perdió su puesto de trabajo en Gibraltar, y la de varios familiares que tuvieron que emigrar, son tan sólo ejemplos de las consecuencias en La Línea.
Recortes de prensa en ‘Closure’
Entre los periódicos escogidos para la exposición ‘Closure’, varios de América Latina nunca habían coincidido en una muestra similar. Se puede apreciar el tono beligerante de los artículos y su tono propagandístico.
Un texto del periódico de Caracas Últimas Noticias llevó como título: “Si Inglaterra no se retira de Gibraltar, España tendría que forzar esa retirada”. Justamente, el temor a un ataque desde España llevó al periódico Gibraltar Evening Post a publicar que era posible que la disputa sobre Gibraltar llevara a la guerra.
Aparte de toda esta colección de recortes periodísticos, se han expuesto numerosas fotografías que prueban la segregación entre la población gibraltareña y linense. En ellas, uno de los elementos protagonistas han sido las pesadas vallas metálicas que supusieron el auténtico símbolo del cierre. Las originales españolas han sido llevadas hasta el John Mackintosh Hall para que sirvan de entrada a esta exposición y símbolo del horror que se vivió.
Además de fotografías, recortes de prensa y las propias verjas españolas, la muestra ha incluido un puñado de objetos relacionados con el cierre. Destaca el homenaje a Manolo Mascarenhas, conocido periodista gibraltareño de la GBC (Gibraltar Broadcasting Coorporation, la emisora pública de radio y televisión de Gibraltar), que realizaba cada domingo su programa radiofónico Palabras al viento. En las vitrinas se han mostrado su máquina de escribir, sus propios recortes de prensa, notas manuscritas o guiones completos.
Mascarenhas fue testigo directo del cierre: “Ya se cerró la Frontera. Presencié su cierre al tráfico vehicular y a toda mercancía, se entiende, el lunes por la noche. Llovía. Una pareja de la Policía Armada corrió el cerrojo”, dijo. Sobre los motivos del cierre, Mascarenhas expresó: “Sé que en España no somos comprendidos; tampoco aquí comprendemos todo cuanto España viene haciendo en contra de la Roca. Y menos aun cuando se nos dice, ‘esto no va con vosotros’. ¿Entonces con quién?”. Y cerró sus palabras con: “A Gibraltar no le importa. Mientras la frontera se cerraba, centenares de gibraltareños entonaban el himno nacional británico. Gibraltar está, siempre lo estuvo, por encima de estas cosas”.
Audiovisual y testimonios
Una serie de entrevistas en vídeo, realizadas y montadas por Pitaluga, recogen testimonios de varias personas que hablan de cómo vivieron el cierre de la frontera. Uno de los entrevistados es Juan Carlos Teuma, periodista de la GBC en el momento del cierre de la frontera. Así lo atestigua una de las fotografías de la exposición, en la que aparece, cámara en ristre, junto a George Valarino en la noche de la clausura, muy cerca de la valla, desafiando, así, a la policía española.
También ofreció sus recuerdos el activista Juan Pecino, quien destaca que, cuando se produjo el cierre “había mucha confusión, tanta como la que existe hoy con el Brexit”. Explica que, por culpa de tener la frontera cerrada, no pudo ir al entierro de su abuela, que residía en España. “Como yo, sufrieron muchos gibraltareños”, apostilla.
“Es difícil expresar el sentimiento que tuve al sentir que estábamos aislados”, comenta en uno de los vídeos el bombero jubilado Patrick Franco, que también señala que la identidad gibraltareña creció con fuerza en aquellos años. Otro de los entrevistados, Louis Wood, usa la misma expresión: “Crecimos como pueblo”.
El activismo en la frontera también ocupa un lugar destacado entre los recuerdos de los entrevistados. Juan Pecino, visiblemente emocionado, recordó el compromiso del activista español Gonzalo Arias, del que más adelante se hablará, que saltó la verja en varias ocasiones y realizó protestas no violentas contra una “política de bloqueo” que consideraba “inhumana”. “Era una fuente de inspiración, una persona digna de admiración”, apostilló.
Los testimonios de gibraltareños y linenses que vivieron el cierre de la frontera están aflorando gracias a los numerosos especiales dedicados por los medios de comunicación y también por las actividades que se han venido desarrollando para rememorar el evento. Un ejemplo es el recogido por el diario El País3, que cuenta la historia de Manuel Márquez, quien saltó la valla en 1978, desesperado, porque su familia estaba en La Línea velando a su fallecido padre.
Activismo en la frontera
La exposición también ha contado con una sección dedicada a las protestas por el cierre de la frontera que ha incluido imágenes de las acciones pacíficas que se llevaron a cabo, como las protagonizadas por el abogado y activista español Gonzalo Arias4. De origen vallisoletano, Arias conoció los movimientos de no violencia y los utilizó para oponerse a la dictadura franquista.
En 1973, Arias comenzó una serie de protestas en la frontera, como el salto de la valla en varias ocasiones, lo que le llevó a ser detenido otras tantas veces. La exposición ha incluido el documento de una de las sentencias condenatorias por parte de la Justicia española. Arias estuvo tan concienciado contra las medidas represivas del Gobierno contra Gibraltar que trasladó su residencia a La Línea y personificó la oposición española al cierre de la frontera.
La prensa española trató de cambiar el sentido de las protestas, indicando que los “pacifistas” debían “hacerlas en Londres, culpable de mantener por la fuerza la situación colonial que padece este territorio español”, tal y como indicaba el diario Pueblo en 1979.
Otra de las personas que alzaron su voz contra el cierre en el lado español de la frontera fue Juan Manuel Ballesta, escritor e historiador, de padre español y madre gibraltareña. Cuando se abrió la frontera, Ballesta participó en una iniciativa mediante la que se repartieron claveles con una etiqueta que indicaba “Movimiento pro-reconciliación”, con el fin de tratar de volver a unir a los pueblos tras tantos años de cierre.
Una apertura que no enterró las dificultades
En contra de lo esperado, las dificultades y la campaña contra Gibraltar no terminaron con la apertura de la frontera, en 1982 para tránsito peatonal y en 1985 para el de vehículos. En los primeros años fue necesario el pasaporte para cruzar, pequeña puya burocrática para castigar tanto a los que querían reanudar sus lazos familiares como a los simples turistas.
Franco murió en 1975, pero la frontera continuó cerrada hasta 1982, lo que paradójicamente indica que el cierre duró más en democracia que en dictadura. Extrañamente, la nueva democracia en España no evaluó en ningún momento que este Muro de Berlín ibérico pudiera constituir una medida represiva más que indigna en contra de los derechos humanos fundamentales.
De hecho, varias décadas después de la apertura de la frontera, sucedida durante el primer Gobierno socialista de Felipe González, el posicionamiento español frente a Gibraltar ha seguido manteniendo hasta hoy las pautas teóricas marcadas por el franquismo. Una política en la que los afectados por sus consecuencias son tanto los gibraltareños como los campogibraltareños y resto de trabajadores transfronterizos residentes en España que cada día trabajan en el Peñón, alrededor de 15.000 a 15 de mayo de 20196.
Una de las frases que reflejan la resistencia gibraltareña durante el cierre de la frontera la publicó el Gibraltar Evening Post el 12 de junio de 1969. Decía: ¡Podemos Soportarlo, Franco! [We Can Take It, Franco!]. Y, efectivamente, Gibraltar pudo aguantar durante todos esos años, gracias a la firme voluntad de su pueblo de seguir adelante.
Y, por su parte, la relación de hermandad existente entre Gibraltar y La Línea no pudieron quebrarla ni el cierre de la frontera ni la presión mediática sobre Gibraltar. Gibraltar conserva intacto el orgullo de haber resistido y el orgullo, compartido con los campogibraltareños, de que la separación física no lograra romper los vínculos entre ambas poblaciones.
Momento compartido en La Línea
El último evento compartido entre el Ministro Principal de Gibraltar, Fabián Picardo, y el alcalde de La Línea, Juan Franco, hasta el día de hoy, ha sido el cierre de los actos conmemorativos en La Línea, el 10 de junio de 2019.
Juan Franco expuso que se ponía fin “a los actos que hemos celebrado para conmemorar, no celebrar, es decir, para recordar, de forma solemne, lo que pasó hace 50 años. Es uno de los hechos, desde el punto de vista de La Línea, más tristes, más graves y con consecuencias más negativas que hemos padecido en los 150 años de historia de la ciudad”.
Sobre los retos actuales, como el Brexit, añadió: “Espero que entre ambos pueblos se consiga llegar a puntos de entendimiento para continuar con la mejor convivencia posible”. Además de señalar que La Línea y Gibraltar son “dos pueblos hermanos, con una historia común”, concluyó: “Nuestros destinos están unidos, como no podría ser de otra forma”.
Por su parte, Fabián Picardo expresó estar “encantado de haber venido a La Línea para marcar un día tan importante. Hace 50 años, cuando el régimen fascista cerró la frontera, Gibraltar tenía un déficit de 350.000 libras”, continuó. El político socialista recordó: “Decían que cerraban la frontera para estrangularnos económicamente y que íbamos a caer como una fruta madura. 50 años más tarde hay más linenses, más españoles y más ciudadanos comunitarios trabajando en Gibraltar que hace 50 años”. Comparó la situación económica de entonces con la actual: “En vez de tener un déficit de 350.000 libras tenemos un superávit de 85 millones de libras”.
Recalcó: “Tienen que comprender que nunca se puede forzar a las personas a hacer cosas que no quieren hacer. Que no éramos vegetales ni frutas que iban a madurar. Éramos personas, seres humanos con corazones. El fascismo nunca va a ganar. Intentar forzar al gibraltareño a que cambie su punto de vista nunca va a funcionar. Buscamos simplemente la convivencia, y ese debe ser nuestro futuro”.
Sobre las barreras físicas, Fabian Picardo explicó que gracias a un benefactor de La Línea de la Concepción “tenemos en Gibraltar hoy por hoy esa misma frontera, la que cerraron, para asegurarnos de que, aunque sean esos barrotes de acero, nunca se utilizarán para dividir a estas dos comunidades”.Recalcó: “Tienen que comprender que nunca se puede forzar a las personas a hacer cosas que no quieren hacer. Que no éramos vegetales ni frutas que iban a madurar. Éramos personas, seres humanos con corazones. El fascismo nunca va a ganar. Intentar forzar al gibraltareño a que cambie su punto de vista nunca va a funcionar. Buscamos simplemente la convivencia, y ese debe ser nuestro futuro”.