Este comunicado se emite en castellano, catalán e inglés en el PDF adjunto y a continuación:
InfoGibraltar
Los menorquines en Gibraltar: una aportación poco conocida a la sociedad y cultura del Peñón
Gibraltar, 8 de noviembre de 2018
Cuando se habla del crisol de distintos orígenes que conforma la sociedad gibraltareña, las referencias generalmente se centran en la inmigración, a través de los siglos, de británicos, españoles de distintas regiones de la Península, judíos, malteses, genoveses, portugueses y, más recientemente, de marroquíes. Por desconocimiento, pocas veces se incluye en este elenco a los menorquines, que compartieron la soberanía británica con Gibraltar durante casi cien años tras el Tratado de Utrecht (1713). En esta época de dominio británico hubo un intenso intercambio entre Gibraltar y, en particular, el puerto de Mahón (Maó) que no se paralizó tras la vuelta de la isla a la corona española en 1802. Los minorkeens, como llamaban los ingleses a los isleños, siguieron viendo algunos años más a Gibraltar como un destino provechoso de emigración y comercio y contribuyeron en medida importante a la construcción de la sociedad yanita.
El lingüista y periodista catalán Martí Crespo i Sala se ha propuesto poner de relieve la importancia de esta presencia balear en el Peñón. Con este fin, Crespo, gran conocedor y aficionado a la historia de Gibraltar, escribió y acaba de presentar “Els ‘minorkeens’ de Gibraltar” (Institut Menorquí d’Estudis/Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2018), el primer estudio dedicado exclusivamente a la emigración menorquina a Gibraltar a partir del análisis pormenorizado del Archivo Nacional de Gibraltar así como de los archivos diocesanos de Gibraltar, Cádiz y Menorca.
El eslabón de la Iglesia
“Es importante reconocer la importancia de la conexión eclesiástica”, nos explica Crespo. “En el Tratado de Utrecht, los ingleses se comprometieron a permitir el libre ejercicio del culto católico en Gibraltar, pero veían con cierta ansiedad el crecimiento de una población católica, cuyos vicarios generales y clero respondían al obispo de Cádiz, relación especialmente indeseable en los momentos de ataques militares españoles a Gibraltar en 1727 y en el Gran Asedio de cuatro años entre 1779 y 1783.” A partir de 1720 se prohibieron visitas del obispo gaditano y en la década de 1730 se empiezan a nombrar clérigos de Menorca para las vacantes del Peñón, solución perfecta para el problema en cuestión ya que los minorkeens eran también súbditos británicos, en principio menos predispuestos a seguir las instrucciones de una diócesis alejada como la de Cádiz.
El isleño Francesc Messa, vicario encargado de la iglesia en Gibraltar durante el Gran Asedio, dejó de hecho el único relato civil de estos cuatro años de resistencia heroica del Peñón contra los sitiadores franceses y españoles, escrito en un castellano catalanizado y que Crespo incorpora íntegramente como apéndice. Messa también fue importante porque, en su nombre, en la década de 1780 el Gobernador de Gibraltar pidió a Roma que desligara la vicaría de Gibraltar del Obispado de Cádiz, una petición que la Iglesia escuchó en 1816, convirtiendo al Peñón en vicariato apostólico bajo supervisión directa del Vaticano. Y en 1910 se transformaría en la diócesis actual. Los menorquines fueron imprescindibles en estos primeros pasos para independizar al régimen eclesiástico local.
Los primeros menorquines
Pero Menorca no solo enviaba clérigos a Gibraltar. Durante la segunda mitad del XVIII, en el Peñón un buen número de zapateros, sastres, carpinteros y canteros, por ejemplo, eran de origen menorquín. Muchos de los isleños, además, al provenir de la zona del puerto de Mahón, reunían las habilidades necesarias para encontrar trabajo relacionado con los esfuerzos navales de guerra de los británicos, en un siglo convulso que vio pocas décadas de paz. De la misma manera, les atraía la iniciativa particular relacionada con la guerra: el corso, figura legal empleada por todas las potencias navales de la época, que permitía a particulares apresar a barcos comerciales del enemigo y dividir la mercancía capturada con el estado adjudicador. La familia Escarnitxi (también Scarnichia) pasó de Nápoles a Mahón y luego a Gibraltar vía Génova, realizando, de este modo, un trayecto muy simbólico de la procedencia de la mayoría de la población de Gibraltar. El vástago mayor del clan, Jaume, casado con la gibraltareña Vicenta Picardo, capitaneó uno de los mayores buques corsarios de la época, el Royal Hibernian, de veinticuatro cañones, y años más tarde terminó como almirante de la Armada portuguesa.
El censo de 1777, el primero que recoge a ‘nativos’ de Gibraltar, cuenta entre estos con unas 130 personas con apellidos menorquines, algunos registrados con una grafía inglesa: el marinero Gregori Abrines, el barquero Thomas Allow (de Alau), el zapatero Simó Pratts… y así hasta llegar a representar un 6% de la población civil. Los siguientes apellidos menorquines de censos de los siglos XVIII y XIX perviven en el Gibraltar de hoy y aparecen en la guía telefónica: Abrines, Alsina, Andrew (Andreu), Bagú, Barceló, Cabedo, Cabrera, Cardona, Carreras, Fa, Ferrer, Fiol, Gomila, Guillem, Llambias, Llufrio, Mora, Netto, Orfila, Roca, Seguí, Serra, Soler, Torres, Triay, Victory, Vila y Vinent.
La memoria de los isleños también se ha plasmado en los nombres de algunas calles de Gibraltar, como por ejemplo en Tudury’s Steps y, posiblemente, en Giró’s Passage y Carrera’s Passage, aunque estos dos últimos casos también podrían ser de procedencia genovesa.
¿El origen del vocablo yanito?
Otra aportación sorprendente desde Menorca puede ser el origen, o por lo menos uno de los posibles orígenes, del término llanito o yanito. Este apelativo, que se usa para denominar a los gibraltareños y a su lengua, suele explicarse como una corrupción de los nombres John o Gianni, frecuentes en los pobladores del Peñón de la época. En el catalán de Menorca, a los ingleses se les solía llamar jan (con orígenes similares), una palabra que podría haber llegado a Gibraltar para pasar a denominar a los habitantes del Peñón.
En menorquín existen bastantes anglicismos, al igual que en yanito, algunos aún en pleno uso[1]: xumèquer (zapatero, de shoemaker), xoc (tiza, caliza, yeso, de chalk), tornescrús (destornillador, de screwdriver), quic (rápido, de quick), quep (gorra, de cap), moguin (caoba, de mahogany), mèrvels (canicas, de marbles, como el yanito y linense meblis), blèc (negro, de black), boínder (ventana saliente con balcón, de bow window), bòtil (botella, de bottle), boi (chaval, de boy, que todavía sigue en uso en la frase “quatre jans i un boi”, equivalente a la expresión en castellano de “cuatro gatos”).
Los tataranietos menorquines
“Siempre hemos sabido que procedíamos de Menorca, pero sin tener claro si los antepasados eran cristianos o hebreos”, cuenta Michael Netto, coordinador de Relaciones Internacionales del sindicato Unite. “La investigación de Martí Crespo es de gran provecho para todo Gibraltar porque cada vez interesan más nuestras distintas herencias históricas”, puntualiza.
Darren Fa, director de Investigación y Programas Académicos de la Universidad de Gibraltar, sabe bastante de su ascendencia menorquina, que remonta a un tal Diego Fa que llegó de Mahón a finales del siglo XVIII. “Hasta influyeron en la vestimenta gibraltareña de la época, con sus gorros de marinero que parece que eran típicos de la isla. Pero mi herencia, como la de casi todos los gibraltareños, es una mezcla de todo el arco mediterráneo. Es este mestizaje el que da el sabor a Gibraltar.”
Melo Triay, conocido abogado del Peñón, apunta lo siguiente: “Nuestro origen menorquín se remonta a Bartolomé Triay, que llega de Mahón y cuyo hijo Juan, nacido en 1796, es el primer Triay gibraltareño. Es interesante ver a través del libro de Crespo que el dominio británico también impulsa a la emigración menorquina hasta la Florida, entonces británica, como alternativa a otros destinos americanos de dominio español. Para nosotros, la ascendencia menorquina es un componente interesante de nuestra identidad gibraltareña, que es la que nos une a todos y nos define”, concluye Triay.
El autor y académico M.G. Sánchez, que ha versado mucho sobre la identidad gibraltareña, nos comenta: “Gibraltar es un crisol de culturas y procedencias. Su fusión y el mestizaje han devenido en el gibraltareño de hoy. Yo, por ejemplo, tengo una tatarabuela nacida en 1848 en Menorca, apellidada Vicens, que se casó con un yanito llamado James Savignon, de origen genovés o francés. Hay pocas microsociedades como la de Gibraltar que reúnan una procedencia tan diversa de nacionalidades y religiones. Este mestizaje crea una sociedad única, pero múltiple, apoyada en una ejemplar tolerancia al prójimo. Es un tesoro digno de investigación.”
[Versión en catalán]
Els menorquins a Gibraltar: una aportació poc coneguda a la societat i la cultura del Penyal
Quan es parla del gresol d’orígens diferents que forma la societat gibraltarenca, generalment es fa referència a la immigració, al llarg dels segles, de britànics, espanyols d’unes quantes regions de la Península, jueus, maltesos, genovesos, portuguesos i, més cap aquí, de marroquins. Per desconeixement, poques vegades s’hi inclouen els menorquins, que van compartir sobirania britànica amb Gibraltar durant quasi cent anys arran del tractat d’Utrecht (1713). En aquell període sota l’òrbita de Londres hi va haver un intens intercanvi entre Gibraltar i, en particular, el port de Maó que no es va aturar ni tan sols després de la tornada de l’illa a la corona espanyola el 1802. Els minorkeens, el nom amb què alguns funcionaris anglesos inscrivien els illencs en la documentació del Penyal, van continuar veient alguns anys més Gibraltar com una destinació profitosa des del punt de vista laboral i comercial, i van contribuir de manera gens negligible a la construcció de la societat yanita.
El lingüista i periodista català Martí Crespo i Sala s’ha proposat destacar la importància d’aquesta presència balear al Penyal. Amb aquest objectiu, Crespo, gran coneixedor i aficionat a la història de Gibraltar, ha escrit i acaba de presentar “Els ‘minorkeens’ de Gibraltar” (Publicacions de l’Abadia de Montserrat/Institut Menorquí d’Estudis, 2018), el primer estudi dedicat exclusivament a aquesta emigració menorquina a partir de l’anàlisi detallada de l’Arxiu Nacional de Gibraltar i dels arxius diocesans de Gibraltar, Cadis i Menorca.
El paper de l’Església
“És important reconèixer la importància de la connexió eclesiàstica”, explica Crespo. “Al tractat d’Utrecht, els anglesos es van comprometre a permetre el lliure exercici del culte catòlic a Gibraltar, però veien amb una certa angoixa l’augment d’una població civil catòlica amb uns vicaris generals i capellans que responien al bisbe de Cadis. Una relació ja del tot indesitjable en els atacs militars espanyols a Gibraltar del 1727 i del Gran Setge entre el 1779 i el 1783.” A partir del 1720 es van prohibir visites del bisbe gadità a la plaça i a la dècada del 1730 es van començar a nomenar clergues de Menorca per cobrir les vacants del Penyal, una solució perfecta per al problema en qüestió perquè els minorkeens també eren súbdits britànics i, d’entrada, menys predisposats a seguir les instruccions d’una diòcesi allunyada com la de Cadis.
L’illenc Francesc Messa, vicari encarregat de l’església a Gibraltar durant el Gran Setge, va deixar de fet l’únic diari civil d’aquells quatre anys de resistència heroica del Penyal contra els assetjadors francesos i espanyols, escrit en un castellà amb moltes catalanades i que Crespo incorpora íntegrament al llibre com a apèndix. Messa també va ser important perquè, en nom seu, a la dècada del 1780 el governador de la fortalesa va demanar a Roma que desvinculés la vicaria de Gibraltar del Bisbat de Cadis, una petició que l’Església va escoltar el 1816, quan va convertir el Penyal en vicariat apostòlic sota supervisió directa del Vaticà. El 1910 es transformaria en la diòcesi actual. Els menorquins van ser imprescindibles en aquells primers passos per independitzar el règim eclesiàstic local.
Els primers menorquins
Però Menorca no sols enviava capellans a Gibraltar. Durant la segona meitat del XVIII, al Penyal un bon nombre de sabaters, sastres, fusters i picapedrers, per exemple, eren d’origen menorquí. Molts dels illencs, a més, com que provenien de la zona del port de Maó, reunien les habilitats necessàries per trobar feina relacionada amb els esforços navals de guerra dels britànics, en un segle convuls que va viure poques dècades de pau. Així mateix, els atreia la iniciativa particular relacionada amb la guerra: el cors, una figura legal utilitzada per totes les potències navals de l’època, que permitia a particulars capturar vaixells comercials de l’enemic i dividir la mercaderia que duien amb l’estat adjudicador. La família Escarnitxi (també Scarnichia) va passar de Nàpols a Maó i després a Gibraltar via Gènova, en un trajecte molt simbòlic de la procedència de la majoria de la població de Gibraltar. El fill gran del clan, Jaume Escarnitxi, casat amb la gibraltarenca Vicenta Picardo, va capitanejar un dels vaixells corsaris més grans de l’època, el Royal Hibernian, de vint-i-quatre canons, i uns quants anys més tard va acabar essent almirall de l’Armada portuguesa.
El cens del 1777, el primer que comptabilitza la categoria de ‘nadius’ de Gibraltar, inclou entre aquests unes 130 persones amb cognoms menorquins, alguns d’enregistrats amb grafia anglesa: el mariner Gregori Abrines, el barquer Thomas Allow (d’Alau), el sabater Simó Pratts… i així fins a arribar a representar un 6% de la població civil. Els cognoms menorquins següents, extrets de censos dels segles XVIII i XIX, es mantenen en el Gibraltar actual i apareixen a la guia telefònica: Abrines, Alsina, Andrew (Andreu), Bagú, Barceló, Cabedo, Cabrera, Cardona, Carreras, Fa, Ferrer, Fiol, Gomila, Guillem, Llambias, Llufrio, Mora, Netto, Orfila, Roca, Seguí, Serra, Soler, Torres, Triay, Victory, Vila i Vinent.
La memòria dels illencs també s’ha plasmat en el nom d’alguns carrers de Gibraltar, com ara les Tudury’s Steps i, probablement, el Giró’s Passage i el Carrera’s Passage, malgrat que aquests dos últims casos també podrien ser de procedència genovesa.
L’origen del terme ‘yanito’?
Una altra aportació sorprenent des de Menorca podria ser l’origen, o com a mínim un dels possibles orígens, del terme llanito o yanito. Aquest apel·latiu, que es fa servir per denominar els gibraltarencs i la seva llengua, se sol explicar com una corrupció dels noms John o Gianni, freqüents entre els pobladors del Penyal a l’època. En el català de Menorca, als anglesos se’ls solia anomenar jan (amb origen semblant), una paraula que podria haver arribat a Gibraltar per passar a denominar els seus habitants.
En menorquí hi ha bastants anglicismes, com també en yanito, alguns dels quals encara en ple ús: xumèquer (sabater, de shoemaker), xoc (guix, de chalk), tornescrús (tornavís, de screwdriver), quic (de pressa, de quick), quep (gorra, de cap), moguin (caoba, de mahogany), mèrvels (bales, de marbles, com el yanito i la parla de La Línea de la Concepción meblis), blèc (negre, de black), boínder (finestra sortint amb balcó, de bow window), bòtil (ampolla, de bottle), boi (noi, de boy, que encara es fa servir a la frase “quatre jans i un boi”, equivalent a l’expressió “quatre gats”).
Els rebesnéts menorquins
“Sempre hem sabut que procedíem de Menorca, però sense tenir clar si els avantpassats eren cristians o hebreus”, explica Michael Netto, coordinador de Relacions Internacionals del sindicat Unite. “La investigació de Martí Crespo és de gran profit per a tot Gibraltar perquè cada vegada interessen més les nostres diferents herències històriques”, puntualitza.
Darren Fa, director d’Investigació i Programes Acadèmics de la Universitat de Gibraltar, sap força coses de la seva ascendència menorquina, que es remunta a un tal Diego Fa que va arribar de Maó al final del segle XVIII. “Fins i tot van influir en la vestimenta gibraltarenca de l’època, amb les seves gorres de mariner que sembla que eren típiques de l’illa. Però la meva herència, com la de gairebé tots els gibraltarencs, és una barreja de tot l’arc mediterrani. Aquest mestissatge és el que dóna el toc singular a Gibraltar.”
Melo Triay, conegut advocat del Penyal, apunta: “El nostre origen menorquí es remunta a Bartolomé Triay, que va arribar de Maó. El seu fill Juan, nascut el 1796, és el primer Triay gibraltarenc. És interessant veure a través del llibre de Crespo que el domini britànic també va impulsar l’emigració menorquina fins a la Florida, aleshores britànica, com a alternativa a unes altres destinacions americanes de domini espanyol. Per nosaltres, l’ascendència menorquina és un component interessant de la nostra identitat gibraltarenca, que és la que ens uneix a tots i ens defineix”, conclou.
L’escriptor i acadèmic M. G. Sánchez, que ha versat molt sobre la identitat gibraltarenca, ens comenta: “Gibraltar és un gresol de cultures i procedències. La seva fusió i mestissatge han derivat en els gibraltarencs d’avui. Jo, per exemple, tinc una rebesàvia nascuda el 1848 a Menorca, de cognom Vicens, que es va casar amb un yanito anomenat James Savignon, d’origen genovès o francès. Hi ha ben poques microsocietats com la de Gibraltar que reuneixin una procedència tan diversa de nacionalitats i religions. Aquest mestissatge crea una societat única, però múltiple, basada en una exemplar tolerància pels altr.
[Versión en inglés]
Menorcans in Gibraltar: a little known contribution to the Rock’s society and culture
When we talk about the melting pot of origins that make up Gibraltarian society, most references tend to focus on the immigration, over the centuries, of Britons, Spaniards from various regions of the Peninsula, Jews, Maltese, Genoese, Portuguese and, more recently, Moroccans. Due to a lack of awareness, Menorcans are not usually included in this list, despite having shared British sovereignty with Gibraltar for nearly a century after the Treaty of Utrecht (1713). Throughout this age of British dominion, an intense exchange took place between Gibraltar and, in particular, Port Mahon (Mahón/Maó) which did not cease after the island was returned to the Spanish Crown in 1802. For many years, Minorkeens, as the English called the islanders, continued to regard Gibraltar as a profitable destination for emigration and trade, and contributed significantly to the construction of Gibraltarian society.
Catalan linguist and journalist Martí Crespo i Sala has set out to highlight the importance of this Balearic presence in the Rock. Crespo has focused his extensive knowledge and passion for the history of Gibraltar on his recently published book “Els ‘minorkeens’ de Gibraltar” (The ‘minorkeens’ of Gibraltar) (Institut Menorquí d’Estudis/Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2018). This is the first study dedicated exclusively to Menorcan emigration to Gibraltar based on a detailed analysis of Gibraltar’s National Archive, as well as diocesan archives in Gibraltar, Cadiz and Menorca.
The Church Connection
“It is important to acknowledge the importance of the ecclesiastical context,” explains Crespo. “In the Treaty of Utrecht, the English pledged to allow exercise of the Catholic faith in Gibraltar, but they regarded with some anxiety the growth of a Catholic population whose Vicars General and clergy answered to the Bishop of Cadiz. This relationship was particularly undesirable during the times of Spanish military attacks on Gibraltar in 1727 and the Great Siege which lasted for four years, between 1779 and 1783.” After 1720, the Bishop of Cadiz was forbidden to visit and, during the decade of the 1730s, Menorcan clergy were appointed to fill vacancies on the Rock. This was a perfect solution to the problem, since the minorkeens were also British subjects and therefore, in principle, less predisposed to follow the instructions of a distant diocese, like Cadiz.
In fact, islander Francesc Messa, the Vicar in charge of the Church in Gibraltar during the Great Siege, left the only civilian account of the Rock’s four years of heroic resistance against French and Spanish besiegers, written in a Catalanised Castilian and which Crespo has fully incorporated as an appendix. Messa was also important because, in the 1780s, the Governor of Gibraltar asked Rome in his name to unlink the Vicariate of Gibraltar from the Diocese of Cadiz. This request was granted by the Church in 1816, converting the Rock into Vicariate Apostolic under the direct supervision of the Vatican. Later, in 1910, it was transformed into the current diocese. The Menorcans were indispensable during those initial steps to free the local ecclesiastic regime.
The First Menorcans
But Menorca did not just send clergy to Gibraltar. During the second half of the 18th century, a large number of the Rock’s shoemakers, tailors, carpenters and quarry workers, among others, were of Menorcan origin. In addition, since many of the islanders came from the area of Port Mahon, they also possessed the necessary skills to find work related to the British naval war effort during an agitated century which experienced very few decades of peace. And they were similarly attracted by private enterprise related to war: Letters of Marque, a legal concept employed by all the naval powers of the time, which allowed individuals (“privateers”) to capture enemy trade ships and divide their goods with the adjudicating State. The Escarnitxi (or Scarnichia) family went from Naples to Mahon and on to Gibraltar via Genoa, following a very symbolic route of the origin of most of Gibraltar’s population. The clan’s eldest descendant, Jaume, married to Gibraltarian Vicenta Picardo, captained one of the largest corsair ships of the age, the twenty four cannon Royal Hibernian, and later became an Admiral in the Portuguese Navy.
The census of 1777, the first to register “native” Gibraltarians, includes among them around 130 individuals with Menorcan surnames, some of them registered with British spelling: sailor Gregori Abrines, ship owner Thomas Allow (from Alau), shoemaker Simó Pratts… and many more, eventually representing up to 6% of the civil population. The following Menorcan surnames in the censuses of the 18th and 19th centuries still persist and can be found in the phone book of present-day Gibraltar: Abrines, Alsina, Andrew (Andreu), Bagú, Barceló, Cabedo, Cabrera, Cardona, Carreras, Fa, Ferrer, Fiol, Gomila, Guillem, Llambias, Llufrio, Mora, Netto, Orfila, Roca, Seguí, Serra, Soler, Torres, Triay, Victory, Vila and Vinent.
The memory of the islanders is also reflected in the names of some Gibraltarian streets, like Tudury’s Steps for example and, possibly Giro’s Passage and Carrera’s Passage, although the latter two could also have a Genoese origin.
The origin of the term “Yanito”?
Another surprising Menorcan contribution may be the origin, or at least one of the possible origins, of the term “Llanito” or “Yanito”. This word, used to refer to Gibraltarians and their language, is usually explained as a distortion of the names John or Gianni, frequent among the Rock’s inhabitants at the time. In Menorcan Catalan, the English were usually called Jan (with a similar origin), a term that could have reached Gibraltar and be used to refer to the Rock’s inhabitants.
Like Yanito, Menorcan also includes numerous Anglicisms, several of which are still commonly use [2]: xumèquer (shoemaker), xoc (chalk), tornescrús (screwdriver), quic (quick), quep (cap), moguin (mahogany), mèrvels (marbles, like the Yanito and Linense meblis), blèc (black), boínder (bow window), bòtil (bottle), boi (boy, which is still used in the phrase “quatre jans i un boi” [four Johns and a boy], equivalent to the Castilian expression cuatro gatos [hardly a soul]).
The Menorcan Great-great-grandchildren
“We have always known we came from Menorca, but were never sure if our ancestors were Christian or Hebrew,” explains Michael Netto, Coordinator of International Relations for Unite the Union. “Martí Crespo’s research is very useful for all of Gibraltar because our different historical heritages are becoming increasingly interesting,” he points out.
Darren Fa, Director of Academic Programmes and Research of the University of Gibraltar, is well aware of his Menorcan ancestry, which goes all the back to a certain Diego Fa who arrived from Mahon at the end of the 18th century. “They even influenced Gibraltarian fashion at the time, with their sailor’s caps which were typical of the island. But my heritage, like that of most Gibraltarians, is a mix of the entire Mediterranean. It is this fusion that has produced the Gibraltar flavour.”
Melo Triay, a well-known Gibraltarian lawyer, points out the following: “Our Menorcan origin can be traced all the way back to Bartolomé Triay, who arrived from Mahon and whose son Juan, born in 1796, was the first Gibraltarian Triay. It is interesting to see in Crespo’s book that the British rule also favoured Menorcan emigration to Florida, British at the time, as an alternative to other American destinations under Spanish control. For us, our Menorcan heritage is an interesting component of our Gibraltarian identity, which is what unites and defines all of us,” concludes Triay.
Author and academic M.G. Sánchez, who has written extensively on the Gibraltarian identity, adds: “Gibraltar is a crucible of cultures and origins. Its fusion and intermingling has shaped modern day Gibraltarians. I, for example, have a great-great-grandmother who was born in Menorca in 1848, whose surname was Vicens and who married a Yanito called James Savignon, of Genoese or French origin. There are very few micro-societies like Gibraltar which combine such a varied mix of nationalities and religions. This blend generates a unique and yet diverse society, underpinned by an exemplary tolerance. It is a treasure worth researching.”
Nota a redactores:
Esta es una información elaborada por la Oficina de Información de Gibraltar.
Para cualquier ampliación de esta información, rogamos contacte con
Oficina de Información de Gibraltar
Miguel Vermehren, Madrid, miguel@infogibraltar.com, Tel 609 004 166
Sandra Balvín, Campo de Gibraltar, sandra@infogibraltar.com, Tel 637 617 757
Eva Reyes Borrego, Campo de Gibraltar, eva@infogibraltar.com, Tel 619 778 498
Web: www.infogibraltar.com, web en inglés: www.gibraltar.gov.gi/press-office
Twitter: @InfoGibraltar